Desde la inmensidad de la Dehesa,
he contemplado las pocas casas
que apiladas en un pequeño monte viejo,
y de perfil redondeado
componen el paisaje de mi recién adoptado pueblo.
Recopilar el corcho de los alcornoques,
mientras hago fotos eclipsada por la luz
del amanecer en la piel rubia de las vacas
que pastan las secas hierbas en este calor
mientras una imperceptible sonrisa aflora
y los ojos de esta madrileña brillan
verde encina,
verde jara,
verde la mirada.
25/08/2016 a las 22:01
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